De acuerdo a las proyecciones del Ministerio de Salud, para el año 2023 se espera que el cáncer sea la primera causa de muerte en Chile. Esto ha hecho proliferar la información disponible en internet sobre cómo prevenirlo, o incluso, curarlo a través de la alimentación, información que en muchos casos carece de fundamento.
Uno de los mitos en este ámbito, es la dieta alcalina. Esta forma de alimentación está basada en la teoría de que reemplazar alimentos cuyo desperdicio metabólico (metabolic ash) es ácido, por suministros cuyo residuo es alcalino, generan un cambio en nuestro pH, lo que nos ayudaría a mejorar la salud, prevenir cáncer y un sinfin de otras promesas.
Pero, ¿pueden los alimentos cambiar el pH sanguíneo?
La dieta alcalina propone medir la acidez de la orina y asegurarnos que el pH sea superior a 7 (alcalino). ¿Pero qué relación tiene esto con el pH de nuestra sangre?
Lo primero que debemos considerar es que el pH de nuestro cuerpo varía bastante entre nuestros diferentes órganos de manera que cada uno pueda cumplir su función.
Por ejemplo, el pH del estómago es ácido, necesario para digerir los alimentos y protegernos de elementos patógenos. Mientras que el pH sanguíneo es levemente alcalino y, cuando éste se sale de rango, puede llegar a ser fatal si no es tratado, y, por lo mismo, nuestro propio organismo se preocupa de regularlo.
Así es como podemos romper el principal mito de esta dieta, ya que no tenemos como “alcalinizar” todo nuestro organismo, porque no existe un pH único.
Un artículo del sitio internacional de salud, Healthline menciona que es crítico para la salud que el pH sanguíneo permanezca constante y que el cuerpo tiene diversas formas efectivas de regular el equilibrio del pH, lo que se conoce como homeostasis o equilibrio ácido-base.
El equilibrio ácido-base sólo se rompe a causa de enfermedades severas como diabetes, falla renal, falla respiratoria, alcoholismo entre otras. Y nuestros riñones y pulmones se ocupan de mantener este equilibrio. Por ejemplo, los riñones nos permiten excretar ácidos a través de la orina y los pulmones, a través de la exhalación, nos ayudan a eliminar el dióxido de carbono. Y por esta razón, el pH de la orina sí puede variar dependiendo de lo que comas. ¡Pero no varía el pH sanguíneo! Que es lo que nos interesa.
Mantener el equilibrio ácido base es muy relevante, pues la más mínima variación, puede afectar severamente el funcionamiento de órganos vitales. Y medir cuán ácida o alcalina es nuestra orina, no nos indica el estado de nuestro equilibrio ácido base. Y así rompemos un segundo mito respecto de esta teoría que se ha vuelto tan popular.
En conclusión, las dietas alcalinas sí nos entregan beneficios, pero no porque alcalinicen nuestro sistema, sino porque promueven el consumo de frutas y verduras, mientras que restringen el consumo de productos procesados, exceso de carne, azúcar y carbohidratos refinados.
No importa qué productos alcalinos compres, no tendrán un efecto en el pH sanguíneo. Pero probablemente sí alteren tu presupuesto.
Para quienes están buscando mejorar su alimentación y hacer la transición a una dieta basada en alimentos reales, en lugar de productos con sabor a alimento, la dieta alcalina ciertamente puede ser un buen apoyo. Pero si buscas reemplazar un tratamiento médico para curar una enfermedad como el cáncer, es posible que disminuyas tus posibilidades de supervivencia.
No olvides el concepto de bioindividualidad. Todos somos distintos, un estilo de alimentación que beneficia a uno, puede causar la enfermedad al otro. Por lo tanto, es de gran importancia determinar qué alimentos son los que mejor te benefician a ti como individuo.
Este artículo también fue publicado en Nuevamujer.com